Mientras que el continente europeo declara el estado de emergencia, activistas de toda Europa declaran el Estado de Solidaridad
Los atentados en París, Beirut, Bamako, Túnez y contra un avión civil ruso sobre el Sinaí, el ambiente en Bruselas y los fantasmas de guerra que circulan por los medios de comunicación y la política en Europa, sirven al mismo tiempo para imponer el nuevo régimen de fronteras, aprobar leyes que tipifican como delito la desobediencia civil y la protesta, pretenden detener las movilizaciones transnacionales en favor del clima, y legitiman las prácticas racistas de estado. Una política perversa que amenaza no sólo desgarrar las sociedades y la humanidad un poco más, también pretende cortar de raíz la resistencia de los pueblos. Pero todos tenemos una opción. Podemos dejar vencer a la división y cargar con sus consecuencias durante las próximas décadas o podemos declarar el estado de solidaridad y comprometernos a reconocer y apoyar las luchas por la paz, la libertad y la dignidad.
En este contexto, es imprescindible apoyar -práctica y políticamente- al movimiento de refugiados y migrantes y reconocerles como tal. Estas personas, que huyen de la guerra, la pobreza y la violencia han llegado a las fronteras europeas, sin miedo y arriesgando sus vidas. La esperanza de una vida mejor en paz, los unió con valentía. Las numerosas marchas de la Esperanza (#marchofhope) encendieron una amplia ola transnacional de solidaridad práctica. Creemos que esto se tiene que traducir en una acción política conjunta y, por tanto, hacemos un llamamiento a todas las personas, organizaciones, colectivos y movimientos de la sociedad civil a que unan sus voces ahora, como primer paso que culminará el 18 de diciembre (día mundial de la migración).
La narrativa hegemónica de una crisis de refugiados está casi perfectamente orquestada para ocultar la crisis real. Una crisis política causada por décadas de políticas europeas fallidas, a nivel nacional, europeo y mundial. La austeridad, el nacionalismo y el racismo, la división entre el sur y el norte, la demolición del estado social y la precarización de la vida en sí se impusieron en silencio y la democracia juega ya sólo un papel decorativo.
Sólo incrustada en una cultura del miedo esta lógica se convierte en ilógica. Culpar de terrorismo a las personas que huyen de él, cuando todos los agresores estaban ligados a Europa, es un ejemplo perfecto, de cómo no se aborda ninguno de los problemas y sólo se refuerza el estatus quo. Se prohíben las manifestaciones en las calles, mucha gente de nuestras sociedades que han sufrido más las crisis se ven imposibilitadas a organizarse por la sospecha generalizada.
Al igual que en una distopía orwelliana, la respuesta que ofrecen los líderes europeos y de otras partes para detener la violencia es más vigilancia, más seguridad, más control, más represión, más opresión y más violencia. Las intervenciones militares, las guerras y los bombardeos así como el comercio de armas han causado tragedias humanas, culturales y políticas y unas consecuencias dramáticas para la paz mundial. Europa ha dado y sigue dando apoyo a dictaduras y regímenes autoritarios, ha descuidado un apoyo real a las fuerzas democráticas y a los activistas que luchan por la libertad y la paz en muchos países del Mediterráneo y del Sur, sólo para servir a sus propios intereses geopolíticos y a la agenda impulsada por el capital financiero. Política para los pocos, sobre las vidas de los muchos. La guerra económica y el comercio para imponer el mercado neoliberal han destruido economías enteras y han robado recursos valiosos en todas partes.
En lugar de actuar en la prevención de esta catástrofe, el clima político que se manifiesta en el mainstream, va desde la segregación en las fronteras de Europa justificada por los atentados en París, hasta el renacimiento de los señores de la guerra. Así se impone una narrativa de extrema derecha apoyada por un sentimiento generalizado de la supremacía cultural de occidente y con el marco de un mundo terrible sin alternativa.
No importa cuán oscuros puedan parecer nuestros tiempos, sólo se necesita una mirada más a fondo en las ciudades, pueblos y barrios y la respuesta está ahí. Aunque aparentemente paralizada por este impuesto "estado de emergencia", la resistencia se está agrupando de diversas formas, formaciones y formatos: desde los movimientos ecologistas, los movimientos feministas, los activistas de derechos humanos, los espacios auto-organizados en todo el mundo, hasta la gente increíble en París que salió a las calles, desafiando el toque de queda para protestar en solidaridad con los migrantes y los refugiados, sólo se necesitan unos rayos de luz para hacer que la oscuridad vaya desapareciendo.
Se quiere imponer una cultura del miedo que se convierta en una norma en Europa y el resto del mundo. Una cultura que pretende dejarnos adormecidos frente a las cajas de televisión y las pantallas después de llegar agotados de un trabajo insatisfactorio y precario. Una cultura que quiere que miremos hacia otro lado cuando la injusticia está delante de nuestros ojos y nos mantiene fragmentados frente a los desafíos globales de hoy.
Frente a esta cultura nos parece crucial visualizar nuestra solidaridad y romper el monopolio del miedo. Decidimos mantener los ojos abiertos en busca de amigos y no aceptar enemigos invisibles. Elegimos sentir, reflexionar y comprometernos con la realidad de la vida, de la justicia, de la lucha.
Proponemos a todos, a unirse bajo la narrativa competitiva de un estado de solidaridad. Uníos a campañas, acciones y voces dentro de una narrativa que impacta directamente en el núcleo de la cuestión. Si dejamos que el miedo venza sobre nuestras sociedades, nos quitará el futuro. Vamos a crear el espacio para expresar colectivamente nuestra solidaridad y mensajes de resistencia. Vamos a reocupar nuestra realidad, conocer y actuar sobre nuestro futuro.
En esta frase: "¡Me opongo a una cultura de miedo y declaro solemnemente un estado de solidaridad!", vemos un principio potencial. Compártelo y cuídalo como siempre.
Declaremos un #estadodesolidaridad en todas las partes.
Nos vemos y muchas gracias.
http://stateofsolidarity.net/
Primeros firmantes:
Alexandros Georgoulis (Greece), Angelina Giannopoulou (Greece), Anitta Kynsilehto (Finnland), Benjamin Bender (Germany) , Dimitris Kousouris (Greece), Gabriela Andreevska (Macedonia), George Souvlis (Greece), Katalin Erdödi (Hungary), Katerina Anastasiou (Austria/Greece), Katerina Kavalidou (Greece), Lana Simpraga (Serbia), Luca László (Hungary), Lucile Gemähling (France/Germany), Maher Kofafe (Syria), Maria Jaidopulu Vrijea (Greece), Marios Avgoustatos (Greece), Maxime Benatouil (France), Melina Kerou (Austria/France), Moira Bernardoni (Austria), Piera Muccigrosso (Italy), Raffaela Bollini (Italy), Ronan Burtenshaw (Ireland), Sanja Burlović (Croatia), Sara Lalić (Croatia), Stavroula Drakopoulou (Greece), Walter Baier (Austria), Yiannis Stouraitis (Austria/Greece)
Traducido: José Luis Martínez Redondo