Y no me estoy refiriendo a irnos atrás en la historia y describir una constatación histórica y es que Cataluña es un pueblo que reivindica desde hace mucho tiempo su realidad nacional y la necesidad de preservar su identidad en cualquier construcción estatal española o europea. La “cuestión catalana” por tanto no es de hoy. Tampoco no puedo abordar en este artículo (sería objeto de otro mucho más extenso) el impacto que para el momento político español y catalán suponen hoy en día, movimientos de fondo históricos como son la crisis de la construcción supraestatal de la UE como horizonte unitario de los pueblos europeos o la crisis del estado nación, para dar la misma respuesta a la construcción “nacional” de las naciones, que la que se le ha dado en siglos anteriores en un mundo globalizado como el de hoy o del, mismo modo, que las “naciones sin estado”, tampoco pueden ver realizados sus anhelos nacionales en iguales realidades políticas e históricas en el siglo XXI.
Voy a escribir sobre el presente y el pasado inmediato. Entonces ¿qué ha sucedido en los últimos tiempos en Catalunya? Básicamente el cruce en el tiempo de tres crisis: el impacto de la profunda crisis económica que arrastra España desde 2008 y que ha tenido más impacto en la movilización ciudadana de los catalanes de lo que algunos quieren ver; una profunda crisis política y del sistema de la transición de 1978 en España con un impacto singular en Catalunya y , finalmente , una crisis institucional sin precedentes en 40 años de democracia en España entre los gobiernos y las instituciones de España y de Catalunya. Un cóctel explosivo que no podía acabar, lógicamente, sino en una situación explosiva como la de estos días. Estos son los movimientos de fondo. Lo demás son sólo noticias.
Veámoslo sintéticamente: la crisis económica ha lanzado a las calles de Catalunya a reivindicar derechos democráticos básicos a cientos de miles de personas que no son independentistas pero que quieren decidir democráticamente en todo lo que les atañe. Quieren decidirlo todo. Una acción de empoderamiento popular nada reversible. Reivindicaciones nacionales y lucha por derechos sociales se han imbricado en los últimos años de modo muy firme.
De otro lado, el gobierno del PP de Mariano Rajoy sostiene una política de involución democrática y de relectura de la Constitución de 1978 que está abriendo un peligroso foso no sólo ya entre derechas e izquierdas sino, directamente, entre demócratas y reaccionarios.
Y, finalmente: el error político de Junts pel Sí, la coalición que gobierna Catalunya, de orientar hacia la vía unilateral de independencia de Catalunya, que no tiene el apoyo mayoritaria del pueblo y la consiguiente reacción autoritaria de Rajoy, han conducido al mayor enfrentamiento institucional desde que en España recuperamos la democracia. Dos errores políticos que pagaremos caro en los próximos tiempos: porque no hay gobierno que pueda lograr imponerse a los catalanes en su anhelo de decidir su futuro ni es la independencia unilateral un horizonte de amplias mayorías democráticas en Catalunya, con lo que la división nos es sólo entre Catalunya y España sino entre los propios catalanes.
Esas son las corrientes de fondo del conflicto. Pero claro, la política, en realidad la petit politique, ha jugado sus cartas odiosas en este tiempo. Frente a cientos de miles de personas movilizándose ininterrumpidamente desde 2012 cuando menos y de forma ejemplar y pacífica, para exigir primero, derecho a decidir y después directamente la independencia; muchos de esos petit politicien (Artur Más President de la Generalitat) vieron entonces oportunidades para ensanchar sus precarias mayorías a mayorías absolutas parlamentarias, y así convocaron elecciones e intentaron toda una estrategia de esconderse en la bandera con el fin de tapar la corrupción de su propio partido, tan notable como la más conocida del PP y que no supuso, sino la radicalización del proceso. Para nada al fin y al cabo, pues le costó la ruptura de su coalición electoral, el desastre en las encuestas y al final su propia cabeza servida en bandeja a petición de las CUP.
Y Mariano Rajoy un político menor que se ha negado sistemáticamente a la negociación política, a abrir canales de diálogo con el gobierno catalán, dejando pudrir la situación en un inepto enfoque de que el problema se solucionaría por sí solo pero, sobre todo, alimentando un nacionalismo español rancio y cavernícola, con el fin oportunista de blindar su apoyo electoral en España y poner en crisis constante al PSOE. ¿Un irresponsable? No! un pirómano reaccionario.
Pero ya estamos donde estamos. Catalunya así, ha dejado de ser un tema catalán. Hay un antes y un después desde el 1 de octubre. Ya nada será igual. Catalunya ya es imborrable de la agenda política española y diría que de la europea también. Salimos de un “procés” y entramos en un escenario político nuevo. El gran debate que se avecina será el debate entre ruptura democrática y restauración, tanto en Catalunya como en España. El anhelo de una Republica catalana se conectará de forma natural con el anhelo democrático de los pueblos de España por dejar atrás el llamado Régimen del 78 del que el bipartidismo español fue su expresión máxima. Para ya nada es igual, tampoco en España.
La situación política catalana, por tanto, se hace en una clave de crisis profunda latente en el que, la quiebra del sistema de partidos políticos es su expresión más precisa, tanto en Catalunya como en el conjunto del Estado: ya no existe CiU (que fue fuerza hegemónica en Catalunya), sus sucesores pueden ser 4 fuerza en unas próximas elecciones catalanas y no pasar de un 15% ; ERC que era una fuerza secundaria, encabeza las encuesta en elecciones catalanas; En Comú Podem (la fuerza electoral catalana que comparte grupo con Podemos e IU en España) ganó las dos últimas elecciones en Catalunya (nunca vimos nada parecido los que ya somos veteranos); el PP es residual hoy y los socialistas catalanes son una fuerza en crisis profunda si comparamos con aquella fuerza arrolladora que fue hace sólo 6 o 7 años… Es más conocido en Italia y no me extenderé por tanto, la mutación profunda del sistema política español en consonancia con las mismas coordenadas de crisis que señalaba.
Hemos llegado si no al fin de un procés, si a un final de etapa. Porque los que ya no querían referéndum y se dirigían a la independencia expres diciendo que el referéndum ya se había hecho (elecciones del 2015), no podrán cantar victoria y los que lo hayan impedido o desvirtuado no evitarán una movilización política sin precedentes en Europa. Algunos hemos ganado aquella apuesta simplista como hemos ganado el situar que este no es un debate sobre independencia sí o no sino sobre democracia sí o no Probablemente el 1 de octubre no será la victoria de nadie. El perfecto “empate catastrófico”. Aquello que define una crisis: la crisis consiste justamente en que lo viejo muere y lo nuevo no puede nacer.
¿Qué sucederá entonces? Primero desear que las movilizaciones sean democráticas y pacíficas como lo han sido siempre en Catalunya. Y, a partir de ahí, que llegue el tiempo de la POLITICA, los diálogos y la democracia. En ese sentido se mueven ya las cosas. El domingo pasado en Zaragoza, fuerzas políticas que divergen en muchas cosas, suscribieron la Declaración de Zaragoza que será un elemento decisivo en el devenir de la política española (1). Allí se dicen tres cosas que inevitablemente acabarán imponiéndose: compromiso democrático con el dialogo como forma única de resolver conflictos; emplazamiento al diálogo directo entre el Govern de la Generalitat y el Gobierno de España y cese de la política de excepcionalidad y represión por parte de Rajoy y su Gobierno. Todo ello con el objeto de que los catalanes y las catalanas se expresen libremente en las urnas. Cuando lo hagan, pienso que los lazos de fraternidad de los pueblos de España se impondrán a los segregadores y que los verdaderos separatistas (el PP y Rajoy) habrán sido derrotados.
Decía que la política de la Declaración de Zaragoza se abrirá camino por justa, mayoritaria en Catalunya y en amplísimas capas de la ciudadanía española y porque es una apuesta de futuro. En eso estamos comprometidos las gentes de Catalunya en Comú. El pueblo catalán, maduro, democrático y sabio políticamente así como sus formaciones políticas, sabrán encontrar el camino.
Convencido estoy de que tarde o temprano, Catalunya votará democráticamente en un referéndum reconocido, con garantías y vinculante. Para ello, también, no estoy menos convencido de que, necesitaremos políticos de más talla. El futuro no lo protagonizarán ni Puigdemont ni Rajoy. Y nadie les echará en falta.
L’Hospitalet 28 septiembre 2017
(1) Declaración de Zaragoza: https://declaraciondezaragoza.org/