Destacamos una vez más las críticas que ya expresó la CES en muchas ocasiones en el pasado: desde el principio, las condiciones principales con las que Grecia recibe ayuda financiera no merecen la etiqueta de "reforma". Los miles de millones de euros que han llegado a Grecia se han utilizado principalmente para pagar la deuda existente y para estabilizar el sector financiero. Al mismo tiempo, el país se ha visto envuelto en una profunda recesión por los recortes brutales en el gasto público que han convertido a Grecia en el país más endeudado de toda la UE. La consecuencia es una crisis social y humanitaria sin precedentes en Europa. Un tercio de la población vive en la pobreza, el estado de bienestar se ha debilitado enormemente, el salario mínimo se ha reducido en un 22%, con unas condiciones discriminatorias para los jóvenes; el sistema de negociación colectiva y otras protecciones para los que siguen con trabajo han sido desmantelados, mientras que se ha incrementado la carga de los impuestos sobre los grupos de menores ingresos. El desempleo se ubica actualmente en un 27%, mientras que el desempleo juvenil supera el 50%. El acceso a la educación se ha reducido. Muchas personas no tienen medios suficientes para comprar comida o pagar electricidad, calefacción y vivienda. Una gran parte de la población ya no tiene seguridad social y no tiene acceso a la atención médica, sólo en casos de emergencia. Los resultados electorales son una consecuencia de estas políticas fallidas.
Todo esto no tiene nada que ver con las reformas destinadas a abordar los problemas reales de Grecia. Ninguno de los problemas estructurales del país ha sido resuelto, pero se han creado varios problemas adicionales. Esta ha sido una política de reducción y destrucción, no de reconstrucción. Unas reformas estructurales genuinas, dignas de ese nombre, hubieran generado nuevas oportunidades para el desarrollo económico en lugar de provocar la emigración de una generación de jóvenes altamente cualificada. Unas reformas estructurales genuinas habrían incluido serios intentos de acabar con la evasión de impuestos y hubieran abordado el clientelismo y la corrupción en la contratación pública.
Lamentablemente, la nota que han publicado recientemente los presidentes de la Comisión, el BCE, el Consejo y el Eurogrupo sobre los próximos pasos para una mejor gobernanza económica no ofrece ninguna perspectiva de cambio de estas políticas fracasadas.
Sin embargo, el llamamiento del presidente Juncker en el Eurogrupo para mantener la irreversibilidad del euro es bienvenido. Una salida de Grecia – o de cualquier otro país – de la zona euro sólo provocaría turbulencias financieras en detrimento de los ciudadanos y trabajadores.
En todos los países europeos, como en Grecia, es necesario restaurar un fuerte sistema de relaciones laborales y de negociación colectiva, así como la implementación de un plan de inversión europea a gran escala para el crecimiento sostenible y la calidad de los puestos de trabajo, tal y como exige la CES. La UE también debe tener un plan más amplio para abordar el problema de la deuda.
El proyecto europeo necesita recuperar su credibilidad ante los ojos de todos los trabajadores europeos. La CES apoyará las acciones concretas que tengan ese fin.
Adoptada por el Comité Ejecutivo de la CES en su reunión del 10 al 11 de marzo de 2015