Walter Baier reclama una nueva y equilibrada seguridad europea que incluya tratados internacionales de control y reducción de armas, el restablecimiento de la confianza y la reconstrucción de los lazos económicos y culturales.
En las últimas décadas, no hubo un solo día sin que se produjera una guerra en algún lugar del mundo. Pero nunca, desde el final de la Guerra Fría, las dos principales potencias nucleares, la Federación Rusa y los Estados Unidos, estuvieron tan cerca de enfrentarse mediante la fuerza armada. Hoy nos encontramos ante las ruinas de todo el capital político acumulado desde la caída del Muro de Berlín. Sin embargo, había señales ominosas, como la cancelación del tratado de Fuerzas Nucleares de Alcance Intermedio por parte de Estados Unidos y Rusia, acompañada de acusaciones recíprocas, la ampliación de la OTAN, la negativa de la mayoría de los países miembros de la UE, incluidos Suecia y Finlandia, a ratificar el tratado de prohibición de las armas nucleares, etc. Tal vez no hayamos prestado suficiente atención a todo esto.Sin embargo, incluso en esta situación, tenemos una oportunidad real de girar la rueda.
En particular, estamos de acuerdo con el énfasis puesto en la reconstrucción ecológica y en la lucha por la justicia social, contra la precarización y por la igualdad de las mujeres, todas ellas marginadas por la guerra, como señaló recientemente el Secretario General de la ONU.
¿Qué puede o debe hacer la izquierda?
transform! europe considera importante, para concretar cuatro ideas estratégicas:
- La lucha por la paz debe ponerse aún más explícitamente en el centro del escenario. Sin embargo, aunque se silenciaran las armas, algo que todos esperamos y por lo que luchamos, en el mejor de los casos habrá una tregua, introduciendo una congelación del conflicto, porque las contradicciones fundamentales que cargan las estructuras de seguridad europeas y mundiales persistirán. Dicho de otro modo, cualquiera que sea la solución política provisional que se encuentre para la guerra ruso-ucraniana, una paz duradera debe integrarse en una nueva arquitectura de seguridad europea, incluso mundial. Esto también requiere una nueva visión de Europa y del papel de la UE, que está asumiendo cada vez más el papel de pilar europeo de la OTAN.
- Si esto es cierto, necesitamos un profundo debate entre nuestros partidos, otras fuerzas progresistas y movimientos sociales afines sobre bastantes problemas políticos nuevos y difíciles.
Por ejemplo, una vez que la guerra haya terminado, y esperemos que sea pronto, el pueblo ucraniano seguirá existiendo, Rusia seguirá siendo una gran potencia europea y Europa tendrá que lidiar con ello. ¿Queremos que la UE haga equilibrismos al borde de la guerra y, si no es así, cómo puede ser un sistema autónomo de seguridad colectiva en Europa a prueba de crisis, siempre que se pierda por completo la confianza entre las fuerzas relevantes?
Hoy no es 1975, cuando 35 jefes de Estado se reunieron en Helsinki; hoy es 1968, cuando los tanques del Pacto de Varsovia invadieron Checoslovaquia.
Desde la perspectiva actual, un nuevo y equilibrado orden de seguridad europeo parece difícilmente alcanzable.
Por otra parte, sólo pasaron siete años entre la invasión de Praga y la conferencia de Helsinki.
Parece que la Comisión Europea y los gobiernos han perdido completamente de vista la perspectiva a largo plazo de la seguridad europea al adoptar la estrategia de confrontación de Joe Biden.
Por lo tanto, corresponde a la izquierda elaborar una estrategia realista hacia una nueva distensión europea, una reedición de la política oriental de los años setenta, que incluya tratados internacionales de control y reducción de armas, para restablecer la confianza y reconstruir los lazos económicos y culturales. La lucha por las zonas libres de armas nucleares y su extensión progresiva a todo el continente, desde el Atlántico hasta los Urales, puede ser un instrumento en esta lucha.
Independientemente de a quién y en qué medida atribuimos la responsabilidad principal de la situación actual, nos encontramos en un estado de guerra económica global, que fragmenta la economía mundial, desmiembra las cadenas de valor e interrumpe el suministro de alimentos y energía, todo lo cual tiene tremendas repercusiones en la economía global y en las sociedades europeas. Debemos estar preparados para defender los derechos sociales de nuestros pueblos en estas circunstancias tan nefastas. Y sobre todo, lo más aterrador es el hecho de que la ruptura de las interdependencias despeja el campo para la guerra que, de otro modo, en condiciones desarrolladas durante décadas de interrelación económica y cultural mutua, sería impensable.
Diseñar los pasos hacia una nueva distensión no es un trabajo de corta duración; también requerirá investigación y debate. - Debemos dar importancia al hecho de que los partidos de izquierda radical y progresistas de varios países participan en coaliciones gubernamentales. Esto puede crear potencialmente nuevas posibilidades, pero al mismo tiempo constituye una responsabilidad que deberíamos abordar explícitamente en el Foro Europeo de Fuerzas de Izquierda, Verdes y Progresistas, que tendrá lugar del 21 al 23 de octubre de 2022 en Atenas.
- Debemos profundizar en la dialéctica entre los movimientos sociales y nuestros partidos políticos, que es una de las competencias centrales de transform! europe. Los movimientos tienen a veces más posibilidades de plantear reivindicaciones radicales. Deberíamos concederles un espacio para que se expresen de forma autónoma y escucharles.
Por otra parte, nuestro trabajo como partidos es adoptar estrategias que apunten al equilibrio político de fuerzas, necesario para implementar el cambio. Nadie nos dispensará de esto. En consecuencia, habrá tres diálogos, uno entre los movimientos para el que debemos proporcionar el espacio, otro entre los partidos progresistas y de izquierda radical y un tercero entre partidos y movimientos. Organizar esto no será ciertamente fácil.
Al mismo tiempo, es también una prueba y un reto político que debemos aceptar.