Convencer a sus socios europeos, sobre todo a Alemania, de que Francia adoptará reformas estructurales para conseguir un nuevo acuerdo para Europa con más inversión pública, la introducción de eurobonos y un fortalecimiento del presupuesto común: esta es la estrategia que Macron ha presentado desde el primer día de su presidencia.
Ha estado tratando de vender una nueva marca de neoliberalismo combinando la consolidación fiscal y el crecimiento basado en la premisa de que sí, es posible satisfacer las preocupaciones de los empleadores con más flexibilidad y, al mismo tiempo, las expectativas de los empleados por más poder adquisitivo. Pero ¿qué queda de ello cuando aumenta una sólida oposición a sus decretos de reforma del mercado laboral y nadie en Europa parece tomar en serio su tímida propuesta para cambiar el curso de la UE? No mucho, o más bien la misma vieja política de austeridad.
Resistencia doméstica
Los decretos de Macron sobre el mercado laboral son un duro golpe a las protecciones de los trabajadores e introducen una era sin precedentes de inestabilidad legal. Nunca antes los sindicatos habían sufrido un ataque tan violento, ya que perderían considerable poder como representantes de los trabajadores, por lo que los convenios se podrían negociar sin ellos en empresas con menos de 50 trabajadores. La precariedad aumentará con la introducción de contratos de obra y servicio y se socavaría la mayor parte de los beneficios que hasta ahora se habían mantenido para contratos fijos, esto para levantar el supuesto "temor a la contratación" que impide a los empleadores crear puestos de trabajo, independientemente del hecho de que la eficiencia de tales políticas están siendo negadas por un número creciente de economistas. El diálogo social tal como lo conocemos sería historia antigua, los decretos fomentarán tanto como sea posible los acuerdos a nivel de empresa: tales acuerdos prevalecerán sobre los contratos regulados por el código nacional del trabajo.
La lista de cambios es larga y, por lo tanto, no se pueden tratar aquí en su totalidad. Pero su contenido no es la única razón que llevó a miles de personas a tomar las calles en todo el país el 12 de septiembre. La forma en que se está aplicando, es decir, a través de decretos, también ha añadido combustible al fuego. El Parlamento se ha visto en un mero papel simbólico, por lo que la reforma de este ámbito no muestra más que desprecio por la democracia y un compromiso con los elementos más autoritarios del régimen presidencial francés. Bastante irónico para un presidente que dirigía su campaña afirmando que iba a reiniciar la democracia … En vísperas de la jornada nacional de acción, al referirse a sus decretos y la movilización contra su implementación, el presidente Macron declaró que "mostrará una determinación inflexible" y que "no cederá: no a los perezosos, no a los cínicos, no a los extremos". Desafortunadamente para él, 400.000 mil "perezosos" respondieron positivamente a la llamada lanzada por los sindicatos de izquierda (CGT, SUD-Solidaires y FSU) y salieron a las calles de todo el país. Contrariamente al movimiento sindical del año pasado contra la llamada Ley del Trabajo, los dirigentes de los dos sindicatos moderados líderes (CFDT y FO) rechazaron la convocatoria de movilización.
Esta división no impidió que el primer día de movilización contra los decretos en el mercado laboral fuera un éxito. Hoy, 21 de septiembre, es un nuevo día de huelga y manifestaciones. Francia Insoumise convocó una "marcha contra el golpe social" el sábado 23 en París, en la que la dirección del Partido Comunista F aún no ha decidido su participación. Las divisiones – tanto dentro del movimiento obrero como de la izquierda política – son altas. Pero también lo son las apuestas. La opinión pública no está dispuesta a dar a Macron un cheque en blanco para desmantelar los derechos laborales y sociales. Esperemos que la multiplicación de las iniciativas que se oponen a los decretos se fortalezcan y no se fragmenten, y que la oposición, y las fuerzas arriba mencionadas al final se unan en las calles.
Reluctancia europea
Las reformas estructurales del mercado laboral, centradas en la descentralización de la negociación colectiva hacia el nivel de empresas, están en el centro de la estrategia de Macron de ganar credibilidad entre los socios europeos y, sobre todo, el gobierno alemán. Entonces, y sólo entonces, se pueden desencadenar las discusiones serias sobre una (cierta cantidad) de "refundación de Europa", por ahí va el discurso. Por "re-fundación", Macron entiende en realidad algo mucho más humilde. En pocas palabras: la creación de un presupuesto común muy modesto (1% del PIB de la zona euro) y la votación de un ministro de Finanzas de la UE, la introducción de eurobonos vinculados a la condicionalidad política habitual de la aplicación de nuevas reformas estructurales y la continuación de la lógica del llamado Plan Juncker para hacer frente a la falta de inversiones en la UE. Nada revolucionario de hecho …
Pero incluso ésta muy pequeña propuesta para cambiar el rumbo de la UE está siendo acogida con un rechazo cortés por el gobierno alemán. La canciller Merkel no tuvo el valor para aplastar directamente las propuestas de Macron. En cambio, dejó que su muy ortodoxo ministro de Hacienda, Schäuble, hiciera el trabajo. Si el gobierno alemán no parece tener problemas con la posibilidad de contar con un ministro de finanzas de la UE, es sólo porque contribuiría a coronar su proyecto de transformar el mecanismo europeo de estabilidad en un verdadero fondo monetario europeo, cuya tarea sería fomentar la inversión en Europa de acuerdo con condicionalidades aún más severas definidas por el Eurogrupo – donde Alemania desempeña un papel predominante, por decirlo de forma suave. Incluso el más serio, aunque inofensivo, oponente de Merkel en las próximas elecciones generales, el socialdemócrata Martin Schultz, se opuso públicamente a los eurobonos…
Se podría haber pensado que Macron podría haber contado con el apoyo de Jean-Claude Juncker. Pero el presidente de la Comisión Europea dejó muy claro la semana pasada, durante su discurso sobre el estado de la unión, que sus prioridades para la UE eran diferentes: en lugar de un ministro de finanzas de la UE, abogó por una presidencia fuerte de la UE mediante la fusión de la Comisión Europea con el Eurogrupo y, en lugar de un presupuesto común para la Eurozona, fomentó la introducción de una herramienta para garantizar que todos los Estados miembros de la UE adopten el euro como moneda.
En sólo varios meses, Macron ha logrado casi eliminar su capital político. Su estrategia de equilibrio neoliberal (reformas estructurales a cambio de una política de crecimiento) está al borde del colapso. La única cuestión que queda abierta es el ritmo del colapso, y esto se verá determinado por el alcance del movimiento, así como por la capacidad de las fuerzas políticas y sociales progresistas que lo componen.
Traducción: José Luis Martínez Redondo