Es cierto que la Unión Europea, o más bien sus predecesores, la Comunidad Europea del Carbón, la CEE y la CE, nunca han sido los proyectos para la paz y los derechos humanos como nos contaron. Ahora se sentirán decepcionados los que se dejaron engañar.
¿Significa eso que la idea de la unión europea no es más que un disparate reaccionario?
De hecho la izquierda debatió sobre Europa antes de la Primera Guerra Mundial. A diferencia con la concepción cosmopolita de Rosa Luxemburgo y la idea de Otto Bauer de una federación europea basada en la autonomía nacional-cultural, W.I. Lenin insistió en una aplicación rigurosa del derecho a autodeterminación. Con ello acertó con el espíritu de la época, pero el principio de Estado-Nación consagrado en los tratados de paz de 1918 se convirtió en una devastadora bomba que explotó y acentuó el fascismo y la guerra.
Así que era obvio que los y las antifascistas de todos los partidos que habían librado en los campos de concentración y en los movimientos de resistencia una lucha tanto patriota como europea, querían ver una nueva Europa unificada. Esto se puede leer en el Manifiesto de Buchenwald de los socialistas y en el manifiesto de Ventotene que había redactado el comunista y combatiente de la resistencia Altiero Spinelli junto con otros presos en 1941, en el que esbozó el futuro de una Europa federal y socialista.
Estas y otras esperanzas de los antifascistas acabaron en una decepción. La creación de la CECA, que en 1951, por deseo de los Estados Unidos complementó a la OTAN, estuvo marcada por la división del continente. Con el estado de bienestar, la integración económica de Europa Occidental era compatible mientras ésta se apoyara en mayorías dentro de los Estados. Durante la crisis económica de la década de 1970, este compromiso se volvió frágil y con el colapso del bloque socialista europeo ya fue obsoleto. El Tratado de Maastricht de 1992, creó finalmente una unión monetaria siguiendo las normas del Bundesbank alemán y convirtió al neoliberalismo en la Constitución de la UE.
Este también es el lugar adecuado para recordar que ni el Tratado de Maastricht, ni la reconstrucción neoliberal en los distintos países hubieran sido posibles sin el apoyo activo de los partidos socialdemócratas. Los partidos socialistas también fueron los que, junto con los conservadores y los liberales, se aseguraron en 2005 que el proyecto neoliberal de la Constitución de la UE, que se había sido rechazado en los referéndums realizados en Francia y en los Países Bajos, experimentara dos años más tarde una resurrección a través de un tratado del estado.
La cuestión europea es hoy, sobre todo, política. ¿Cuál es la relación entre los países europeos que consideremos más apropiada para tratar los grandes problemas – la crisis económica, la solidaridad con los refugiados, el cambio climático, etc.? ¿Una Europa de 28, 35 o 50 monedas nacionales, los Estados-nación y régimen de fronteras, en la que compiten los estados más poderosos por todos los medios por la dominación? ¿Nos imaginamos así el entorno europeo del progreso social y de la transformación social?
Yo pertenecí a aquellos que, desde el principio, llamaron la atención sobre las dificultades y resistencias a las que se estaba enfrentando el gobierno de SYRIZA.
Tenemos que entender la derrota infligida de forma correcta, para poder renovar nuestras fuerzas. Los 18 Jefes de Estado y de Gobierno del Eurogrupo, que transformaron a Grecia en un protectorado de facto, no se pueden ocultar ni detrás de las obligaciones económicas ni de los tratados europeos. Han decidido por razones políticas, establecer un ejemplo en un estado que sólo representa el 2 por ciento de la UE. Los partidos socialistas y socialdemócratas de Europa han participado en ese chantaje, y el GUE, el Partido Europeo, que se ha solidarizado con SYRIZA, sólo representa el 8 por ciento de los votos europeos. Podemos hacer el mismo cálculo en relación con los estados, los sindicatos y los movimientos sociales y así llegamos a la relación de fuerzas que se nos mostró el 13 de julio.
Ni en los Estados ni a nivel europeo se ha logrado hasta el momento romper el predominio neoliberal y ganar mayorías para una política alternativa. Pero sin mayorías no se puede ganar en ninguna parte.
Tampoco un debate sobre el euro o la salida de la UE nos quita este problema de encima. ¿O se quiere recomendar que la izquierda compita con la creciente derecha populista en el anti-europeísmo y el campo del nacionalismo? Lo inútil que sería eso se puede demostrar con ejemplos históricos y actuales.
Traducción: José Luis Martínez Redondo