Llegadas a Hamburgo, las autoridades públicas se resistieron a darles un alojamiento permanente, alegando ciertas directivas de la UE, e intentaron expulsarlas directamente de la ciudad. Pero estas se negaron a marcharse porque ¿a dónde iban a ir? Decidieron quedarse, informar el público y luchar por sus derechos. Y se toparon con una ola espontanea de solidaridad y simpatía por una parte de la población de Hamburgo.
Muchas iglesias les abrieron sus puertas, así como las mezquitas (aunque menos públicamente). También los centros de la izquierda alternativa y proyectos autogestionados de viviendas las acogieron. Alrededor de 80 encontraron alojamiento en la iglesia de San Pauli, justo al lado de las antiguas casas ocupadas de la calle Hafenstraße y el parque popularmente conocido como “Park Fiction”. Un parque que el vecindario de este barrio defendió contra los intereses de la especulación y que acabaron autogestionando. En solidaridad con las protestas en Istanbul, en el verano de 2013 este parque fue renombrado como Gezi Park Fiction.
Allí el vecindario organizaron barbacoas de bienvenida para las personas refugiados. Cada día llevaban alimentos y mantas a la iglesia para apoyarlas. El club de fútbol FC San Pauli donó bebidas y ropa de su tienda oficial y para cada uno de sus partidos ofreció entradas gratis para las refugiadas. Los dos sindicatos Ver.di y GEW organizaron una fiesta de bienvenida en la casa sindical. Las personas allí refugiadas se afiliaron colectivamente a Ver.di, dotándose así de cobertura legal por parte de su oficina jurídica. Después de que se produjesen algunos insultos racistas contra ellas, un guardia jurado muy conocido del barrio comenzó a quedarse durante semanas, cada noche, de forma voluntaria, delante de la iglesia. En la gran manifestación de otoño “Ningún beneficio con los alquileres”, organizada por la Plataforma Derecho a ciudad de Hamburgo, el día 28 de octubre, las personas refugiadas desempeñaron un papel muy destacado.
Aunque experimentaron muchísima solidaridad por parte de la población, de los grupos de la izquierda y de los sindicatos, el gobierno local del SPD mantuvo su mano dura: su presencia iba en contra de las directivas de la UE y, por tanto, debían dejar la ciudad.
Cuando a principios de octubre ocurrió la catástrofe delante de la isla Lampedusa dónde se ahogaron más de 270 personas, la solidaridad de la población hamburguesa creció todavía más. Sin embargo la línea dura del gobierno local no cambió. Más bien al contrario. Dieron a las personas refugiadas un ultimátum para presentarse, antes del 11 de octubre, frente las autoridades públicas.
Después del ultimátum empezaron redadas policiales masivas de carácter racista que tenían como objetivo registrarlas administrativamente y preparar su deportación. Frente a estas acciones se levantó una oleada espontanea de protestas. La misma tarde en que empezaron las redadas más de 1.000 personas se manifestaron espontáneamente, muy enfadadas y haciendo mucho ruido por las calles del barrio de Altona. Estas manifestaciones se repitieron durante días y días.
En la Rote Flora, el centro autónomo ocupado del barrio de Schanzenviertel, se llamó a una asamblea general para discutir como reaccionar frente a las redadas. Después se manifestaron más de 500 personas espontáneamente en el mismo barrio a favor del derecho de permanencia de las personas allí refugiadas.
La asamblea general decidió dar también un ultimátum al gobierno local de Hamburgo: sino paraban las redadas racistas contra los refugiados se volvería a retomar las manifestaciones, pero dejando que la protesta llegara a otro nivel: “no vamos a limitarnos a formas de protesta legales si todos los días se ahogan personas en el mar Mediterráneo y el gobierno local de Hamburgo usa estos hechos, a pesar de la crítica internacional, solamente para aumentar la presión contra las personas que están aquí refugiadas.”
Efectivamente, al poco tiempo se concentraron más de 1.000 personas delante de la Rote Flora y marcharon sin permiso oficial por el barrio de Schanzenviertel. Después de unos cientos de metros la policía atacó brutalmente la manifestación. Como reacción las personas en la manifestación arrojaron piedras, botellas y petardos. Durante horas pequeños grupos siguieron con las protestas. Solo un día después, el 16 de octubre, marcharon otra vez alrededor de 1.200 personas desde la acampada de protesta de las refugiadas, delante de la estación de trenes, a través del centro urbano. El día 25 de octubre les siguieron casi 10.000 personas en una marcha organizada por los aficionados del FC San Pauli. Una semana después, el día 2 de noviembre, participaron alrededor de 15.000 personas en, hasta el momento, la manifestación más grande en apoyo a las personas refugiadas. Posteriormente han comenzado a darse manifestaciones todas las semanas.
Derecho a la ciudad
Las protestas en Hamburgo tienen su fuerza y desarrollan su dinámica en conexión estrecha con el movimiento por el “derecho a la ciudad”, que batalla contra la privatización del espacio público, por viviendas asequibles, contra la comercialización y por espacios libres para todos, también para las personas refugiadas. En Hamburgo existe una larga trayectoria de luchas y movimientos urbanos. En los años ochenta y principios de los noventa la calle Hafenstraße, la Rote Flora y muchas otras casas fueron ocupadas y algunas de ellas convertidas en proyectos de vivienda. La Rote Flora existe desde 1989 como centro autónomo ocupado sin ningún contrato. Su infraestructura ha sido usada hasta hoy en día por muchos movimientos. Aunque muchos proyectos fueron desahuciados y terminados (como en el año 2002 con “la plaza de contenedores” Bambule). Sin embargo cada desahucio fue acompañado de protestas durante meses, algunas de ellas muy militantes, quitando así al gobierno local las ganas de ejecutar más desahucios.
Cuando a finales de la década del 2000 los alquileres de Hamburgo subieron vertiginosamente se organizó la resistencia en torno a la Plataforma Derecho a la ciudad. Desde entonces miles de personas se manifiestan anualmente en manifestaciones cada otoño contra “la locura de los alquileres”.
Se desarrollan protestas en cuanto se conocen planes de especulación para zonas de la ciudad: los vecinos cuelgan banderas de protesta en sus ventanas, activistas ocupan simbólicamente edificios y organizan charlas informativas (como está ocurriendo actualmente contra la amenazante de demolición de las llamadas “casas de Esso” en la Reeperbahn, una calle muy conocida en el distrito de San Pauli en Hamburgo).
Aunque las protestas no han podido impedir muchos planes de inversión y la subida de los alquileres, todos los partidos de Hamburgo se han visto obligados, bajo la presión del movimiento, a poner la cuestión de los alquileres en el centro de sus campañas electorales y a prometer programas de construcción masiva de viviendas. Pero el movimiento también tuvo victorias concretas: en el verano de 2009 artistas ocuparon el Gängeviertel, dos pequeñas calles en el centro de la ciudad que tienen el estatus de patrimonio nacional, para impedir su demolición por parte de un constructor. Desde entonces allí ha florecido un proyecto auto gestionado no-comercial de vivienda y cultura.
Rote Flora en peligro
Al final de verano de 2013 se supo que la existencia de la Rote Flora como centro ocupado autónomo de la izquierda corría peligro: hace ya años la ciudad lo vendió a un inversor que ahora ha anunciado que quiere hacer de este centro una sala de fiestas comerciales. Desde que se sabe que la Flora esta en peligro se han impulsado diversas actividades que siempre han estado relacionadas de alguna manera con la lucha de las refugiadas.
Bajo la presión de las protestas el gobierno local de Hamburgo aprobó la instalación de recintos con calefacción en el terreno de la iglesia dónde estas han dormido durante el invierno, pero el gobierno sigue negandoles su verdadera demanda: una solución colectiva que incluya el derecho de permanencia para todo el grupo.
Hasta ahora los mayores promotores de las protestas han sido principalmente grupos autónomos y de la izquierda, el partido Die Linke y algunas secciones de los sindicatos. La solidaridad concreta con las personas refugiadas existe sobre todo en los barrios marcados durante años por los movimientos de lucha, como San Pauli, Altona y la Sternschanze. En otras partes de la ciudad hay todavía un respaldo importante hacia la política del gobierno local y prolíficos sentimientos racistas. Para forzar al SPD (que gobierna con mayoría absoluta en Hamburgo) a que deje su línea dura será necesario que el movimiento mantenga y aumente la presión, y que consiga a su vez implicar a otros espectros ideológicos como el entorno socialdemócrata y verde hacia el movimiento. En parte esto se consiguió ya en la manifestación masiva del 2 de noviembre.
Desde finales de diciembre la situación en Hamburgo sigue escalando. La Rote Flora llamó a nivel estatal a una manifestación el día 21 de diciembre bajo el lema “ Nos quedamos todos y todas: refugiadas, las casa de Esso, Rote Flora” y alrededor de 10.000 personas asistieron. Más o menos la mitad participó en el “bloque negro” autónomo y miles se unieron al bloque colorido “derecho a la ciudad”, que organizó iniciativas en barrios junto a grupos de la izquierda radical y el cual también estaba apoyado por Die Linke Hamburgo.
Después de unos pocos metros la policía paró la manifestación y la atacó brutalmente con porras, cañones de agua y gas lacrimógeno, para luego disolverla. El bloque autónomo intentó con todos sus recursos defenderse del ataque, y a esto le siguieron las batallas callejeras más fuertes que ha vivido Hamburgo desde hace años. Miles de personas intentaron otras vías diferentes para defender su derecho de manifestación contra el poder del estado. Antes de la manifestación un grupo de personas encapuchadas atacó una comisaría de policía. Un supuesto segundo ataque el día 28 de diciembre estableció la base para una campaña mediática muy intensa de criminalización del movimiento y de la izquierda.
La policía utilizó este segundo asalto como justificación para declarar amplias zonas de Altona, San Pauli y el Schanzenviertel como zonas de peligro (Gefahrengebiet) dónde está autorizada para hacer en cualquier momento controles arbitrarios y dar ordenes de prohibición de permanencia en la zona, un peligro también para las personas allí refugiadas de Lampedusa, ya que la mayoría no quiere registrarse oficialmente por temor a la deportación.
El partido Die Linke ha protestado contra la “zona del peligro” e intentó enfrentarse a la campaña de criminalización mediática, encontrando un feroz ataque por parte de los medios de comunicación de la derecha.
A principios de enero se hizo público que la policía se inventó el segundo ataque a la comisaría para legitimar la creación de la “zona del peligro”. Desde entonces todas las noches hay protestas espontaneas de centenares de personas contra la limitación de sus derechos fundamentales en estas áreas: grupos pequeños juegan al ratón y al gato con la policía, manifestaciones con y sin permiso discurren por las calles, vecinos organizan fiestas populares por las calles y espectaculares batallas públicas de almohadas. De esta forma la ciudad tiene, además del tema de las refugiadas, la cuestión de los alquileres y el conflicto por el futuro de la Flora, otro tema conflictivo más: la defensa de los derechos ciudadanos contra el estado. Bajo la presión de las interminables protestas, las autoridades de la ciudad se han visto forzadas a levantar tras nueve días de vigencia la “zona de peligro”.
El ejemplo de Hamburgo enseña como se pueden conectar las protestas anti racistas contra la política europea de refugiadas con conflictos sociales locales como la lucha contra la subida de los alquileres y el derecho a la ciudad. Especialmente cuando hay una izquierda que lleva años arraigándose en el barrio y encuentra el apoyo parlamentario y extra-parlamentario de un partido como Die Linke (que obtuvo en las últimas elecciones locales un 6,5% de los votos).
El elemento central para la conexión de los diferentes movimientos y actores es el entorno de la izquierda alternativa que tiene en Hamburgo una fuerte infraestructura de centro sociales, antiguas casas ocupadas y grupos políticos, a la vez que una relación estrecha con los sindicatos, Die Linke y algunos medios de comunicación. Los alemanes y alemanas que nos vemos frustrados por la lentitud de los acontecimientos políticos y el bajo nivel de movilizaciones de la izquierda radical, deberíamos estar ahora esperanzadas. Hamburgo muestras que mucho más es posible. Existen una infinidad de ciudades que contienen los ingredientes que provocaron este estallido social.
Source: Rosa Luxemburg Foundation