Este año conmemoramos el vigésimo aniversario de dos hitos cruciales del viejo, y ahora inexistente, movimiento antiglobalización o por una globalización alternativa, que tuvieron lugar (ambos) en 2001: el primer Foro Social Mundial en Porto Alegre (Brasil) en enero y la “batalla de Génova” en julio.
Un gran número de publicaciones se han ocupado de este importante fenómeno político y cultural de alcance mundial: de cómo se creó, de lo que consiguió, de dónde fracasó y, principalmente, de las razones por las que finalmente llegó a su fin. Estas cuestiones también se debatieron en una mesa redonda organizada en 2019 por el consejo de redacción del Anuario de transform! europe con motivo del vigésimo aniversario de la "batalla de Seattle".
¿Se puede reconstruir una coordinación continental y global de los movimientos sociales? No hay una respuesta fácil a esta pregunta. Sin embargo, de entrada, lo que me gustaría decir es que esto es más difícil hoy que hace veinte años, y no sólo por las derrotas y las desilusiones que hemos sufrido en este tiempo.
Entonces, la conexión de los movimientos se basaba en la necesidad de luchar juntos, sobre todo contra el neoliberalismo, nuestro principal enemigo común (y menos contra el nacionalismo, que también se oponía a la globalización). Ahora, debido al fracaso del neoliberalismo a la hora de cumplir sus promesas, pero también por el reciente estallido de la pandemia de Covid, el nacionalismo se ha vuelto mucho más peligroso y su discurso es de hecho compartido incluso por las fuerzas políticas dominantes. En consecuencia, la lucha común contra él es tan imperativa como la que se lleva a cabo contra el injusto sistema global.
Las primeras víctimas de esta evolución son los refugiados y los inmigrantes a los que se mantiene fuera de las fronteras del "paraíso" mediante la instalación de vallas y/o brutales retrocesos, como cuando se les encarcela en campos cercados en condiciones inhumanas y extremadamente insalubres, algo que también ocurre con algunas minorías étnicas de varios países.
Soy escéptico en cuanto a la posibilidad de establecer una estructura organizativa global del tipo que tuvimos en el pasado, al menos en esta fase. La historia no se repite y eso significa que, una vez más, debemos proceder con precaución, a través del método de ensayo y error.
Sin embargo, lo que considero factible es alentar la creación de conexiones globales descentralizadas y la coordinación entre movimientos en torno a ejes temáticos. Un ejemplo significativo de esta posibilidad son las movilizaciones, hace dos años, de jóvenes en varios países contra el cambio climático. Desgraciadamente, este movimiento transnacional incipiente a nivel internacional sufrió un revés debido a la pandemia, pero es de esperar que pronto vuelva con nuevas energías.
También pueden establecerse, ampliarse y/o reactivarse vínculos entre los fuertes movimientos feministas ya existentes a nivel estatal, los movimientos antirracistas, los movimientos de apoyo a los refugiados e inmigrantes, los movimientos contra la extracción de combustibles fósiles, etc.
Pero, en la coyuntura actual, la coordinación más urgente es la que se necesita entre las iniciativas sanitarias en varios países. Las principales demandas que pueden unir y transformar gradualmente estas iniciativas en un movimiento global son la abolición de las patentes de las vacunas y la oposición a la privatización de los sistemas públicos de salud. Los vínculos globales en los movimientos en defensa de la sanidad pública también pueden jugar un papel crucial en la lucha contra los peligrosos y a veces violentos movimientos populistas anti-vacunas.
Comparto la opinión de que la única solución al actual impasse global es la superación gradual del sistema capitalista hacia una sociedad eco-socialista. Por lo tanto, es necesario (pero no suficiente) que las coaliciones políticas de izquierda radical incrementen su influencia, principalmente en algunos países importantes. Pero, al mismo tiempo, sabemos que esto no puede suceder y ser sostenible en el tiempo sin el apoyo de los movimientos sociales en sus respectivos países (y en todo el mundo).
En ese sentido, un esfuerzo por crear un modelo de globalización nuevo y alternativo es más que bienvenido. Esta debería ser la tarea de una generación más joven de activistas que, por supuesto, pueden contar con el apoyo de la “vieja guardia”. Lo que se necesita es empatía, paciencia y tenacidad.