Cada vez más países de América Latina vuelven a inclinarse hacia la izquierda. ¿Pueden la reciente elección del primer presidente de izquierdas de Colombia, Gustavo Petro, y la esperanza en la reelección de Lula en Brasil ser otro impulso para el cambio que cree finalmente un progreso social estructural en América Latina?
La victoria del candidato presidencial, Gustavo Petro, es un avance político tanto en Colombia como en la nueva marea rosa en América Latina. Petro, antiguo político guerrillero, se convirtió en el primer presidente de izquierda de Colombia tras 200 años de independencia, completando simbólicamente la superación del colonialismo y el debilitamiento del capitalismo neoliberal en el país. Esto puede suponer cambios positivos importantes para las clases bajas y medias de Colombia.
Al mismo tiempo, es un punto de inflexión importante para toda América Latina, porque hasta ahora Colombia había desempeñado el papel de Caballo de Troya para Estados Unidos. Fue Colombia, en particular, la que estropeó la primera marea rosa latinoamericana, que comenzó con la elección de Hugo Chávez en Venezuela en 1999.
La tardía inclinación hacia la izquierda en Colombia
Pero, ¿cómo es posible que sólo ahora haya un punto de inflexión en Colombia? Una de las razones internas era la larga insostenibilidad de la ideología derechista que ha existido en el país. Después de que los partidos de izquierda hayan tomado progresivamente el liderazgo en otros países latinoamericanos en distintos momentos de la historia, por fin le llegó el turno a Colombia. En segundo lugar, la actual inclinación política se debe a problemas que se han venido arrastrando sin haber sido suficientemente abordados: las desigualdades e injusticias sociales, el narcotráfico, las consecuencias de las disputas entre el régimen de derecha y las anteriores alternativas de la izquierda radical. En tercer lugar, Gustavo Petro es probablemente aceptable por haberse consolidado como alcalde de Bogotá. Cuando Gustavo Petro se presentó como candidato a la presidencia, se le exortó a declarar que no expropiaría grandes propiedades privadas, como hizo Chávez en Venezuela. Con ello, Petro tranquilizó a los propietarios de las empresas nacionales y, sobre todo, a los inversionistas extranjeros y a los Estados Unidos. Bajo la actual y débil administración norteamericana de Biden, preocupada por la guerra por el poder con Rusia y por contener a China, tal declaración era aparentemente suficiente. En cuarto lugar, la nueva marea rosa actual en muchos países de América Latina es un importante apoyo externo y una motivación para elegir a un presidente de izquierda. Sin embargo, también hay otras razones.
La primera marea
Veamos ahora las diferencias entre la primera y la segunda marea rosa. La primera oleada comenzó con la fuerte personalidad, Hugo Chávez, quien se ganó el apoyo de muchos ciudadanos y se convirtió en presidente de Venezuela en 1999. A partir de entonces, más losdirigentes de la izquierda fueron gradualmente llegando al poder en otros países de América del Sur. Los símbolos de la marea fueron los "tres mosqueteros": Hugo Chávez, Luiz Inácio Lula da Silva de Brasil y Evo Morales de Bolivia. Los gobiernos se han definido en diferentes puntos del espectro de la izquierda. Por ejemplo: mientras que Venezuela era el país que más apoyaba a Cuba, Brasil era más proclive a representar la democracia social y participativa. Mientras que Venezuela ha nacionalizado las empresas petroleras y ha introducido importantes prestaciones sociales, Brasil ha reforzado el Estado de bienestar promoviendo experimentos cívicos de participación: medidas sociales de bolsa familia para el presupuesto familiar, presupuestos participativos y foros sociales. Todos los países de la marea rosa han reforzado los programas sociales que han ayudado a los ciudadanos vulnerables.
Detrás de estas políticas había causas económicas materiales concretas que eran una de las condiciones para el cambio social. El gradual, progresivo desarrollo económico de China y de otros países reforzó la demanda mundial de materias primas. El aumento de los precios mundiales de los recursos naturales como el petróleo permitió a los países latinoamericanos con riqueza natural llevar a cabo políticas sociales. Venezuela y Brasil, en particular, se convirtieron en los primeros modelos de cómo aprovechar el aumento de los precios del petróleo. Otros países con gobiernos de izquierda, aunque muchos no aprovecharan o no pudieran aprovechar las riquezas naturales, hicieron lo posible para también seguir la senda social.
Sin embargo, estos cambios resultaron ser poco significativos y, por lo tanto, sólo temporales. Aunque el gobierno venezolano ha realizado específicos cambios estructurales a favor de la propiedad social y ha introducido varios programas sociales estructurales, estos cambios no han sido lo suficientemente profundos. En cuanto los precios de las materias primas cayeron en el mercado mundial, el gobierno venezolano perdió grandes cantidades de fondos para estos programas sociales. Como Hugo Chávez y Nicolás Maduro querían mantener los programas sociales, empezaron a entrar en una crisis económica. Otros países también han introducido sólo cambios superficiales. En gran medida han aprovechado la fase concreta del ciclo político de cuando un aquél gobierno socialdemócrata ha estado en el poder y cómo ha aumentado la financiación de prestaciones sociales para los pobres. Después, en la siguiente fase del ciclo político, llegaron los gobiernos de derecha. Y allí donde los gobiernos de derecha no llegaran gracias al ciclo, los Estados Unidos ayudaron a implementar el golpe de Estado constitucional, como por ejemplo en Paraguay, Brasil y Bolivia. El paulatino declive de la izquierda en América Latina culminó simbólicamente con el golpe constitucional del Brasil en 2016, cuando la presidenta Dilma Rousseff fue destituida. Después de eso, no queda mucho de la izquierda en el continente. La primera marea rosa de 1999 a 2016 había terminado.
La segunda marea
La segunda marea rosa se hizo más débil y menos perceptible. La base socialista de la ola seguía siendo Cuba y Venezuela, pero estos países tienen problemas económicos. En otros países, sólo llegaban al poder figuras socialdemócratas políticamente más moderadas. En 2018, López Obrador se convirtió en el presidente de México. En 2019, Alberto Fernández tomó el poder en Argentina y Laurentino Cortizo en Panamá.
En 2020, Luis Arce llegó a dirigir Bolivia. En 2021, Gabriel Boric en Chile, Pedro Castillo en Perú y Xiomara Castro en Honduras llegaron a la presidencia. Y este año, en 2022, por primera vez en su historia Colombia tuvo a un presidente de izquierda, Petro, un cambio realmente significativo en América Latina, aunque, a diferencia de su juventud, Petro ya no sea un radical.
Muchas cosas han cambiado en el mundo desde que comenzó la primera marea rosa. El BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica), formado por las cinco grandes economías emergentes, se creó en 2006 con sede en Shanghai. Desde entonces y hasta el día de hoy, los países del BRICS han tenido una influencia creciente en la economía mundial y han trabajado juntos. Algunos otros países en desarrollo también han dado un paso adelante y están cooperando con América Latina en la cooperación Sur-Sur. El principal país en desarrollo hoy en día es China, quien está aplicando su propio concepto en su país, al que llama la versión china del socialismo de mercado convirtiéndose en el principal taller del mundo y desarrollando con éxito relaciones comerciales con la mayoría de los países de todos los continentes. Como resultado, se ha convertido en la segunda economía del mundo, la primera en términos de PIB PPA. China también se ha convertido en el principal socio comercial de América del Sur y el segundo de América Latina en general, desarrollado la cooperación sobre una base China-CELAC (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños). Por supuesto, ello está en el radar de los Estados Unidos. Desde el ascenso de Trump, se ha comenzado la contención antichina que busca limitar la influencia de China. En parte, esta política también se está aplicando en América Latina, en un intento por mantener la hegemonía de los Estados Unidos en esta macrorregión como su patio trasero.
¿La segunda marea, la segunda oportunidad?
Cada país y región del mundo debiera poder elegir su propio concepto de política y economía. ¿Estarán más integrados los actuales gobiernos latinoamericanos de izquierda (ALBA, etc.) y procederán en el sentido de poner más énfasis en las inversiones en infraestructura clave, la planificación estratégica como marco para una economía socialista de mercado, la propiedad clave en manos del Estado, las provincias y las ciudades, y la erradicación de la pobreza estructural? Si no se presenta algún tipo de modelo socialista de mercado, pudiera terminar como la última vez en la primera marea rosa: exceso de confianza en la sociedad civil, recursos no asegurados para el bienestar social, una caída gradual de la izquierda en cada país y el fin de la marea. Esta vez la caída sería aún más fácil, porque los antiguos líderes, Venezuela y Brasil, ya no están montados en la ola del boom de las materias primas. Hay que hacer algo más que sólo reforzar la necesaria redistribución social.
Los pueblos de América Latina tienen la esperanza de que los gobiernos de izquierda elegidos impulsen cambios para mejorar la estructura de la economía y las condiciones sociales de vida de los pobres y la clase media, y así crear mejores condiciones para la participación democrática del pueblo. Al mismo tiempo, en la conjunta cooperación latinoamericana habrá que elegir bien a los socios extranjeros estratégicos para contrarrestar los esfuerzos hegemónicos de los Estados Unidos. La segunda marea rosa es una nueva oportunidad.