La conclusión más relevante para el futuro próximo de las elecciones locales y autonómicas celebradas en España el pasado 24 de mayo es la creación de un escenario político inédito en nuestro país, un nuevo mapa político y de representación que abre expectativas reales de cambio en España.
El Partido Popular ha conseguido mantenerse como primer partido de país en número de votos, pero es un dato poco significativo. Se deja más de dos millones y medio de votos entre un proceso electoral y otro y más de diez puntos. Si en las elecciones de 2011 el PP consiguió el gobierno del 45,7% de los municipios del país y el 37,54% de los votos, ahora ese porcentaje ha bajado al 27%. Y, por último, pierde todas las mayorías absolutas en las comunidades autónomas en las que gobernaba. Es decir, el partido que ha dirigido con mano de hierro la política de austeridad, los recortes y que ha producido un enorme deterioro de la calidad de vida en nuestra sociedad, ha pagado un precio electoral importante.
Es importante añadir también que por primera vez la corrupción tiene costes electorales. Un dato estremecedor hasta las elecciones del 2011 era el hecho de que los políticos corruptos tenían rendimientos electorales iguales o por encima de la media de los de su partido. Pues bien, parece que este fenómeno ha llegado a su fin y eso es un dato muy importante en términos de cultura política.
Un segundo aspecto significativo es el deterioro de lo que ha sido la referencia política de la transición en España: el bipartidismo. La alternancia, cuando no la confluencia, entre el PP y el PSOE en la política española. La suma de votos de ambos partidos llegó a representar más del 85% de los votos totales en sucesivas citas electorales tanto elecciones generales, como locales o autonómicas.
Pues bien, en esta ocasión la suma de votos de ambas formaciones se queda en un 52% continuando la tendencia ya iniciada en las pasadas elecciones europeas. Esta situación abre un escenario inédito en el ámbito local y regional: fragmentación de la representación y gobiernos de coalición. Será el momento para conocer el posicionamiento de nuevos actores (Podemos y Ciudadanos, especialmente) en el eje izquierda-derecha.
Una de las variables que no conviene eludir es, frente a la imaginada amenaza de inestabilidad institucional, la posibilidad de acuerdos entre el PSOE y el PP en nombre de la gobernabilidad y el “interés general de España”.
El intento de impedir la transferencia de votos entre bloques políticos con la creación de Ciudadanos ha tenido un efecto menor de lo esperado. Finalmente, Ciudadanos, un partido de derechas impulsado por los poderes económicos (se le ha conocido como el partido del Ibex 35, el indicador bursátil de las grandes corporaciones que operan en bolsa en España) con el objetivo de que el descontento social se limitase a un cambio de opciones dentro de los partidos de derechas ha conseguido resultados muy modestos respecto a las previsiones demoscópicas. No obstante, su papel será importante en Comunidades claves como Madrid, La Rioja o Murcia.
Podemos consigue unos excelentes resultados en su primera aparición en elecciones de este tipo: se consolida como tercera o cuarta fuerza electoral y se convierte en clave en el cambio político en Comunidades como Madrid, País Valenciá, Illes Baleares, Castilla-la Mancha o Aragón. Pero dos observaciones a considerar, la primera es que sus resultados están por detrás de las previsiones demoscópicas y de las propias expectativas que el partido había levantado en relación con estos comicios. La segunda, es que no es la única fuerza que ha crecido en votos, en presencia o en incidencia política. Considerando la condición plurinacional de nuestro país no se puede obviar a Compromís en el País Valençiá o a Mes en las Islas Baleares o Geroa Bai o Bildu en Navarra (en Euskadi, Catalunya, Galicia y Andalucía solo se celebraban elecciones locales). De hecho, tanto en el País Valenciá como en Navarra, Podemos queda detrás de las fuerzas nacionalistas de izquierdas y en Baleares solo ligeramente por encima. Este es un dato interesante, Podemos no compite con el espacio nacionalista de izquierdas allí donde este tiene implantación y está consolidado.
Una enseñanza más, tremendamente estimulante es el resultado que las candidaturas de confluencia social y política han conseguido en las elecciones municipales. En ciudades como Madrid, Barcelona o Zaragoza se han convertido en la primera o segunda fuerza y en prácticamente todos los lugares han mejorado los resultados de las otras fuerzas de izquierda alternativa en disputa.
Izquierda Unida consigue unos excelentes resultados en las elecciones municipales –más de un millón y medio de votos y más del 7% de voto e iguala el número de concejales de las pasadas elecciones locales- y un mal resultado en las elecciones autonómicas.
Lo importante, a mi juicio, es que se abre un espacio inédito para el cambio político en nuestro país y unas posibilidades desconocidas para hacerlo desde la confluencia y el acuerdo de las fuerzas políticas de la izquierda alternativa. Tenemos la responsabilidad de conseguir llevar a buen puerto las ilusiones de cambio de la sociedad de izquierdas en España que, claramente, quieren un cambio de rumbo. Expresiones como Unidad Popular, Confluencia social y política y otras, dan cuenta de esa perspectiva de encuentro y convergencia imprescindible.